
La crianza de los hijos no es una tarea secundaria ni meramente cultural. Según la teología reformada, es un mandato sagrado, una vocación divina otorgada a los padres como mayordomos del alma de sus hijos. Dios, como Padre perfecto, es el modelo supremo de paternidad, y en su Palabra ha revelado principios claros para criar hijos para su gloria.
1. La Meta de la Crianza: La Gloria de Dios
La crianza no tiene como fin último la felicidad temporal de los hijos, su éxito académico, ni siquiera su buena conducta. El fin supremo es que conozcan, amen y sirvan al Señor. Como enseña el Catecismo Menor de Westminster: "¿Cuál es el fin principal del hombre? Glorificar a Dios y gozar de Él para siempre." Esta verdad también aplica a nuestros hijos.
📖 Efesios 6:4: "Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor."
Este versículo establece dos pilares esenciales: disciplina e instrucción, ambos centrados en el Señor. No se trata de imponer nuestras preferencias, sino de formar a los hijos conforme al carácter y voluntad de Dios.
2. La Autoridad Delegada por Dios
En una cosmovisión reformada, los padres ejercen una autoridad delegada. No son soberanos absolutos, sino siervos de Dios. Por tanto, la disciplina no debe ser arbitraria, sino coherente con el carácter justo y misericordioso de Dios.
📖 Proverbios 13:24: "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige."
La corrección es una expresión de amor, no de rechazo. Negarse a corregir es permitir que el pecado se arraigue en el corazón del niño.
3. El Corazón del Niño y el Evangelio
Los reformadores entendieron que el mayor problema del ser humano no es su conducta, sino su corazón caído. Los niños no nacen moralmente neutros, sino con una naturaleza pecaminosa.
📖 Salmo 51:5: "He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre."
Por eso, la crianza debe ser evangelio-céntrica. Los padres deben enseñar a sus hijos que necesitan un Salvador, no solo modificar su comportamiento. La obediencia externa sin transformación interna es fariseísmo.
4. Modelar la Fe en el Hogar
Los hijos aprenden más de lo que ven que de lo que oyen. La piedad de los padres no puede ser una actuación del domingo. La vida cristiana debe ser visible en el hogar, en la forma en que los padres se tratan entre sí, manejan el conflicto, oran y buscan a Dios.
📖 Deuteronomio 6:6-7:
"Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes."
La crianza bíblica implica una instrucción constante, informal, integrada a la vida diaria. No es delegable completamente a la iglesia o la escuela cristiana.
Conclusión:
Criar hijos para la gloria de Dios es una obra espiritual de largo plazo, que exige dependencia del Espíritu Santo, humildad y firmeza en la Palabra. No es fácil, pero es glorioso. No buscamos formar ciudadanos moralmente respetables, sino discípulos de Cristo.
🙏 Que el Señor conceda a los padres corazones sabios, una fe vibrante y un compromiso profundo con la verdad de Su Palabra.